Originalmente publicado en elblog.com, 18 de octubre del 2013.
¿Cómo se cambia un país? Muchos prometen tener la respuesta, especialmente cuando se acerca un evento electoral. Tan fácil que pareciera hacerlo, si tan solo confiamos en ellos. La fórmula secreta la conocen ellos, y con solo darles nuestro voto, la vida será otra en cuestión de un par de años.
Tristemente la realidad no funciona así. No hay soluciones mágicas ni fáciles. Las promesas políticas se inflan con cada elección, cada vez más irreales, cada vez más dañinas. Se juega con las finanzas del país y con la esperanza de la gente, y como aquel que sigue consumiendo drogas para no tener que abandonar su mundo de fantasías, eventualmente pegará fondo y colapsará.
Las verdaderas soluciones son a largo plazo. La medicina muy frecuentemente es agria y requiere de mucho valor, esfuerzo y sacrificio. La pregunta principal no debería ser si los políticos tienen las respuestas, sino si nosotros como ciudadanos estamos dispuestos a hacer lo necesario para que el futuro pueda ser diferente.
Uno de los temas principales de toda campaña electoral, pero que entre promesas y promesas nunca parece mejorar mucho, es el tema de la educación. Si de campañas electorales se tratase, pareciera que la educación es el pilar principal de todo gobernante, pero si sus mandatos se midieran por su éxito en el ámbito, claramente todos fueran catalogados un rotundo fracaso.
Lo cierto es que a los malos políticos les conviene un pueblo ignorante. Los malos políticos, los malvados, los de intenciones incorrectas, son los que más recurren al carisma y al populismo para enamorar al electorado, y entre menor la calidad educativa de un país, lo más fácil que es que sus ciudadanos caigan víctimas a sus engaños. La democracia solo es capaz de promover el desarrollo cuando su pueblo es educado y mediante su educación tiene el criterio de reconocer los cantos de sirenas de políticos inescrupulosos. Razón por la cual, la educación debe ser una prioridad para cualquier funcionario decente.
Hay muchas formas de medir los niveles de educación y los esfuerzos que se hacen para promoverla, pero una forma incorrecta de hacerlo es enfocarse de forma simplista en cuanto dinero se orienta al rubro. Los programas de útiles, uniformes, zapatos y alimentación para estudiantes son todos programas sociales, no programas educativos. Si bien los programas sociales pueden solventar ciertos problemas, y está fuera del enfoque de este artículo si estos programas son o no efectivos, lo cierto es que el enfoque de estos no va a desarrollar el nivel de educación de un país. Para hacerlo, se requiere de un fuerte enfoque en la innovación de programas educativos, algo que ha estado en completo abandono.
La tecnología, la información, y mediante estos, el conocimiento, se han desarrollado y han avanzado exponencialmente más rápido que en cualquier otro momento de la historia humana. Lastimosamente nuestros modelos educativos están desfasados y responden a necesidades del pasado. A la velocidad que se están dando los cambios, si las cosas se mantienen igual, nuestra educación no solo estará atrasada, sino parecerá primitiva. ¡Es absolutamente necesario innovar!
Para innovar se requiere de mentes abiertas. Se necesita ambición, valentía, flexibilidad, dinamismo, creatividad, experimentación y perseverancia, todos descriptivos que parecieran ser lo opuesto a lo que representa la educación en nuestro país. Ofrecer computadoras o internet para los estudiantes no es innovar. Este tipo de promesas electorales muestran lo desconectados que están nuestros políticos. Si no se cambia de visión y de modelos, de nada sirven las herramientas.
No soy ningún experto en educación, pero sé que un plan verdaderamente innovador y revolucionario de reforma educativa, y la valentía para implementarlo, pudieran transformar el futuro del país. Yo votaría por cualquier candidato que tuviera la visión y la voluntad de presentar un plan de este tipo. Lástima que todo lo que veo está muy lejos.