Es falsa la opción que plantea Villalobos entre dos caminos electorales. La única opción es la de la participación ciudadana. La solución no es sobre quien está al mando, es sobre la institucionalidad que rige y limita el poder del gobernante.
Curiosa pude parecer la alineación política que ha adoptado Joaquín Villalobos ante la coyuntura electoral actual, pero en este escrito quisiera dejar de lado las consideraciones de coyuntura electoral para analizar de fondo las implicaciones de lo expresado por Villalobos en su artículo en El País de este 19 de agosto: Una rebelión anti-oligárquica en la derecha. (http://elpais.com/elpais/2013/08/19/opinion/1376919393_107512.html)
En su artículo Villalobos argumenta que tanto en la derecha como en la izquierda se han utilizado argumentos emocionales para evadir el debate de fondo con el fin de impulsar sus propias agendas, pero habría que argumentarle a él que la misma táctica está empleando para promover su propia agenda política, queriendo dirigir apoyos electorales en base a un análisis a medias de la situación que enfrentamos y lo que necesitamos como país para trascender las barreras que nos han mantenido en la pobreza.
Así como el temor, el resentimiento también es una herramienta emocional muy poderosa utilizada desde siempre para la manipulación política. Estas poderosas emociones son muy hábiles en esconder las medias verdades que presentan argumentos como los que expresa Villalobos. Si bien es cierto que a través de su historia, así como la mayoría de sociedades alrededor del mundo, El Salvador se ha desarrollado en un marco de instituciones extractivas las cuales les han asegurado a grupos específicos el uso del Estado a su beneficio y en detrimento de la población en general, no es cierto que hoy enfrentemos una clara opción entre un capitalismo oligárquico y un capitalismo meritocrático como quiere hacer pensar.
Como nos describe muy acertadamente el libro Why Nations Fail de James Robinson y Daron Acemoglu, las naciones que logran la prosperidad son aquellas que logran establecer y cementar una institucionalidad inclusiva, abierta y pluralista. Aquellas naciones, como la nuestra, que mantienen una institucionalidad débil y extractiva, que le permite a élites poderosas usar al Estado a su beneficio, limitar la distribución del poder político y económico, y frenar el desarrollo económico de otros actores, están condenadas al subdesarrollo y la pobreza. En este sentido estoy de acuerdo con Villalobos que nuestro país urge de una institucionalidad más inclusiva y de una distribución más amplia y pluralista del poder político y económico.
La visión de Villalobos de dos grupos económicos enfrentados en la derecha, por un lado los capitales tradicionales que buscan, según él, afianzar su hegemonía económica y así mantener un poder oligárquico, y por el otro varios grupos económicos emergentes, que él agrupa en conjunto como enfrentados a los capitales tradicionales, es una visión sobre-simplificada e ingenua. El primer gran error es el agrupar estos diferentes grupos de capitales “emergentes” o no tradicionales como un solo bloque. Hay un océano de diferencia entre aquellos capitales que se han desarrollado a través del trabajo honesto y el esfuerzo acumulado a través de varias generaciones, y aquellos capitales que se han desarrollado de forma más abrupta y de orígenes cuestionables, como los que describe de los Alba-empresarios, y agregara de este lado también a los “nuevos ricos” relacionados al narcotráfico.
El segundo gran error que comete Villalobos en lo que implica con su escrito, es la ingenua confianza en que un líder político en particular representa esa pluralidad de poderes emergentes y que con su acceso al poder quebrará en definitiva el modelo extractivo y cerrado bajo el cual se ha desarrollado el país. Es la ingenua y precipitada confianza en el poder político, en cualquier poder político, el que conduce a un pueblo al caudillismo y a la tiranía. Lo que necesita el país para salir de su pobre estado son reformas institucionales y políticas que establezcan y cementen procesos políticos y económicos más abiertos, pluralistas e incluyentes. Los candidatos y líderes políticos pueden prometer de todo, pero como bien sabemos, el poder tiende a corromper, y del diente al labio quedan muchas de esas promesas.
Lo que necesita El Salvador no es la “rebelión anti-oligárquica” en la política salvadoreña a la que hace referencia Villalobos. Bien hemos visto como los “cambios” en la arena política suponen solo cambios en quién maneja las instituciones extractivas, y no las reformas institucionales que verdaderamente necesitamos. La política es la lucha por el poder, y la solución que plantea Villalobos solo cambia a la persona en el trono, no cambia en lo más mínimo las dinámicas establecidas del poder.
Si queremos verdaderamente lograr una visión distinta del Estado, como él mismo plantea en su artículo, sobre la independencia de la clase política ante cualquier grupo de interés, sobre la necesidad de ampliar la base empresarial del país, sobre la necesidad de crear un sistema más abierto y pluralista, lo que necesita el país no es una rebelión anti-oligárquica, con los matices de resentimiento y odio de clases que esta frase implica, tan anticuadas y desfasadas actitudes en un pensamiento político moderno. Lo que necesita el país es una revolución ciudadana en favor de las reformas institucionales y políticas necesarias, que demande absoluta transparencia y rendición de cuentas de cualquier político que resulte electo, que recupere terreno ante los claros abusos que se han cometido a través de todo el espectro político y que mantenga pie firme y marchante en la defensa de sus derechos, de la constitución y de la nación salvadoreña.
Es falsa la opción que plantea Villalobos entre dos caminos electorales. La única opción es la de la participación ciudadana. La solución no es sobre quien está al mando, es sobre la institucionalidad que rige y limita el poder del gobernante. Arriesga su credibilidad Villalobos al plantear un argumento tan estirado con el propósito de justificar una decisión electoral. Le propongo no solo a él, sino a todos los salvadoreños, ver más allá de las elecciones, ver más allá de los candidatos y los políticos, ver más allá del interés y la conveniencia propia, y hacer un análisis más profundo sobre lo que necesita nuestro país para salir adelante y de cómo podemos obligar a la clase política en general a ceder sus propios intereses por los intereses del pueblo salvadoreño.