Debo confesar que no soy la persona más religiosa. Trato de agradecerle a Dios con frecuencia las oportunidades que me trae la vida, por lo menos con mayor frecuencia de la que le pido ayuda, pero mi relación con Dios no ha sido la más consistente. Aun así, es importante que por lo menos de vez en cuando nos tomemos el tiempo de reconocer los regalos que Él nos da.
Las cosas más valiosas en la vida con mucha frecuencia no son del mundo material. Tampoco vienen en forma de éxitos, logros u oportunidades. Mucho más grande e importantes pueden ser simples palabras en el momento adecuado. Palabras que nos inspiren a transformar nuestras vidas y a trabajar por transformar el mundo que nos rodea.
Hace varios años, una persona que no tenía por qué saber que yo estaba pasando por un momento difícil, me dijo que quería hablar conmigo. No hizo más que leerme un pasaje de la Biblia, y decirme que no sabía la razón, pero que sabía que esas palabras me ayudarían. Ese momento y esas palabras me han marcado a través de estos años, y siempre que enfrento momentos difíciles las recuerdo.
Lo escribo en inglés, pues así me fue leído: «For I know the plans I have for you,» declares the Lord, «plans to prosper you and not to harm you, plans to give you hope and a future.» (Jeremías 29:11).
Milan Kundera, en su novela La Insoportable Levedad del Ser, nos ofrece una importantísima verdad. A veces el fracaso nos tienta, nos llama, porque nos ofrece la comodidad de renunciar a nuestra voluntad de seguir adelante. Si aceptamos el fracaso, nos descargamos de nuestros hombros el peso de la responsabilidad. Es el mayor peligro que enfrentamos en nuestra vida. Caer ante el canto del fracaso y renunciar al más importante regalo que nos ofrece Dios: la capacidad de volver a pararnos cada vez que caemos. La voluntad de reconstruir nuestras vidas cada vez que sea necesario. La esperanza que el futuro guarda una mejor vida, siempre y cuando estemos dispuesto a trabajar por construirla.
Me vienen a la mente las palabras de Rafael Meza Ayau: «¿Morir? Nadie tiene derecho a morir. Empezar de nuevo. Si, mil veces sí. Empezar siempre y siempre vencer.»
Todas estas podrán ser solo palabras. Pero si permitimos que nos inspiren, si les damos resonancia con nuestras vidas, el mundo puede ser un lugar diferente. Todos caemos a veces. Todos hemos conocido lo que significa hundirnos en el temor y en nuestra propia lastima. Todos hemos sentido la tentación de descargar el peso del futuro de nuestros hombros. Lo relevante no es cuantas veces hemos caído. Lo importante es reencontrarnos siempre con el propósito que da significado a nuestras vidas. Escribo esto como un recordatorio a mí mismo. Como una forma de recordar ese propósito que me mueve y me inspira.
Hoy nuestro país vive momentos como esos que todos enfrentamos a veces. Momentos sumamente difíciles que no parecen tener salida. Nuestro país sufre, como cada uno de nosotros hemos sufrido. Sufre el dolor y el temor de su gente. Sufre su conflicto y confrontación. Sufre su pobreza y desolación. Sufre, y se ve tentado a sucumbir ante el fracaso. Pero así como no nos podemos nosotros permitir sucumbir ante el fracaso, no podemos permitir que nuestro país lo haga tampoco.
No saldremos del hoyo cavando más profundo. No saldremos del hoyo con confrontación, acusaciones y violencia. Así como en nuestras vidas debemos encontrar constantemente la inspiración para salir adelante, así debemos ser nosotros la inspiración para que salga adelante nuestra nación. Dios tiene grandes planes para nosotros, pero solo si estamos dispuestos a renunciar a la cultura del fracaso en la cual nos hemos enterrado, y asumimos la responsabilidad de volver a empezar, de reconstruir y de seguir siempre adelante.
Recuerdo también las palabras de mi bisabuelo. Espero que las podemos hacer resonar.
Oración Para Mi Pueblo
Divino Salvador del Mundo
si permitistes que mi Pueblo llevara Tu Nombre
ayúdame a salvarlo.
Concédeme el don de multiplicar mis fuerzas,
de olvidar mis rencores,
de ser el trabajador más activo, más eficaz, más honrado.
Permíteme el atrevimiento
de pensar que Tú y yo somos uno…
Tú eres el Divino Salvador del Mundo,
y yo quien llevo, como salvadoreño, un pedacito de Tu Nombre.
Que Tu Voz de mando sea
No vamos a morir,
Si no a vivir..a trabajar…a luchar
por la salvación de Tu Pueblo predilecto.
ALFONSO ROCHAC
(1907 – 1996)
Excelente palabras que inspiran! Ojalá tengan eco en la juventud y en los que quieran un Mejor El Salvador! 👏🏻👏🏻👍🏻👍🏻