Patria Atascada

olvido o resignacion 2

Vivimos en un país atascado. Atascado a su pasado. Atascado a sus ideas. Atascado a sus conflictos. Vivimos atascados a paradigmas impuestos, resultados de intereses ajenos, en un pequeño pedazo de tierra que por razones del destino y la historia asumió mayor importancia para el mundo que para su propia gente. Un pequeño territorio, que cuando los de afuera le dieron la espalda, los de adentro perdieron su orgullo, y con él, la voluntad de luchar por su propia cuenta.

 

Vivimos atascados a la mediocridad, convencidos de ese cuento que somos un «pequeño pulgarcito», que nuestro éxito o miseria es resultado de otros y no de nuestro propio hacer. Resignados a aceptar que nuestra «cultura» nos define y nos limita. Atascados a la celebración de la viveza, al desinterés en la integridad, al tribalismo del odio y a la euforia del enfrentamiento. Vivimos atascados a la sombra del poder. A la veneración del poderoso. A la envidia del exitoso, y el deseo de verlo fracasar.

 

Vivimos atascados, pero no por necesidad, o imposición o inevitabilidad, sino por decisión. Nos es cómodo vivir así. Es como hemos aprendido a hacer las cosas. Es como hemos aprendido a ver el mundo. Es conveniente para quienes se aprovechan de ello, y costumbre para quienes simplemente lo dejan ser. Inclusive, es cómodo para quienes se quejan.

 

Debemos ser francos con nosotros mismos. La crítica muchas veces nos sirve para lavarnos las manos de los resultados de una realidad de la cual no dejamos de ser partícipes.

 

Culpamos constantemente al contrincante por un destino que juntos hemos construido. Inventamos enemigos para justificar la realidad de la cual todos formamos parte. Pero ante todo, seguimos jugando el mismo juego, bajo las mismas reglas, con los mismos árbitros. A veces anotando unos, otras veces anotando otros, pero en el fondo, el mismo juego, los mismos jugadores, la misma barra con sus cantos de guerra y el fanatismo que todo ello enciende.

 

¿Cuánto tiempo seguiremos atascados? ¿Qué tendrá que pasar para que se destruyan los cimientos de nuestra cómoda complicidad? Cuando la muerte, la violencia, la pobreza y el sufrimiento solo sirven para dar gasolina a la confrontación y el conflicto, ¿cómo quebraremos los paradigmas que nos encadenan a la mediocridad?

 

Lo más triste es que «las nuevas generaciones» nos estamos atascando también. Llenos de buenas intenciones, más preparados que cualquier otra generación, con la capacidad de edificar los cimientos de una nueva patria, pero, poco a poco, cayendo en los mismos vicios, deslizando en las mismas trampas, volviéndonos cómplices involuntarios de «las cosas como han sido,» con un pesar del «ni modo» en el corazón.

 

Esto no lo podemos permitir. No podemos permitir que nuestras almas se enloden de resignación. No podemos convertirnos simplemente en las bancas de los mismos equipos, jugando el mismo juego, en el mismo campo, bajo las mismas reglas.

 

¿Cómo cambiarlo todo? No lo sé… No lo sé, pero me doy cuenta hoy que el primer paso es no permitirnos caer en la cómoda levedad de la resignación. El primer paso es uno de rebelión interna, de sublevación espiritual. Si estamos aquí, es porque en algún momento decidimos retar al mundo que nos rodeaba.

 

Es tiempo ya de volver a alimentar esa rebeldía.

Una respuesta a “Patria Atascada

  1. Te felicito por tu columna, describiste exactamente la situación de tu bello país, del cual me tocó salir porque ya no había p’a donde agarrar a pesar de haber tratado por todos los medios de ayudar al salvadoreño a cambiar esa forma de pensar y de ser.
    Siempre dije que me gustaría haber hecho un cortometraje : «EL PAIS QUE SE VIVE YENDO»…todos el mundo está esperando el momento para irse a EEUU y por eso no se echan raíces,además como tú lo dices, hay demasiado egoismo y envidia y eso termina pasando la cuenta. Pero hay esperanzas en personas jóvenes como tú, preparadas y con una mentalidad más allá del VALE VERGUISMO(horrorosa expresión!! debería borrarse del vocabulario salvadoreño).Felicitaciones!.
    Dios bendiga a El Salvador!

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