¿Por qué no progresa El Salvador?
En El Salvador nada cambiará hasta que los ciudadanos dejemos de servir de títeres a las élites políticas que luchan por mantener su poder. Somos los ciudadanos quienes hemos aceptado ser parte de este juego.
En El Salvador nada cambiará hasta que los ciudadanos dejemos de servir de títeres a las élites políticas que luchan por mantener su poder. Somos los ciudadanos quienes hemos aceptado ser parte de este juego.
Al final de cuentas, la mayoría de ciudadanos han dejado de identificarse con los bandos establecidos. A la gran mayoría de personas les une la frustración con las opciones políticas actuales y la preocupación sobre el futuro del país y de sus familias.
Somos idealistas y optimistas, a veces poco pragmáticos, y rara vez muy populares. Pero no buscamos ganar concursos de belleza. Creemos en un mejor mundo, y sentimos que tenemos la responsabilidad de transformar la realidad que nos rodea.
Tal vez debemos aceptar que a pesar de todo el trabajo que estamos haciendo, no estamos siendo suficientemente contundentes. Aceptar que no hemos estado dispuestos a retar las convenciones del juego político con suficiente fuerza y determinación. Aceptar que hemos sido demasiado polite con el status quo.
En nuestro país, hemos abrazado nuestras ideologías como dogmas políticos, en vez de como guías que nos permitan explorar y buscar soluciones para las necesidades reales del mundo moderno.
La política puede y debe ser un vehículo de cambio. Pero es imposible que el cambio se genere desde la política. Los cambios inician dentro de cada miembro de la sociedad.
No es facil aceptarlo. Nadie quiere oirlo. Es politicamente incorrecto decirlo… Nos hemos convertido en un país mediocre. ¿O no?
¿Cómo cambiarlo todo? No lo sé… No lo sé, pero me doy cuenta hoy que el primer paso es no permitirnos caer en la cómoda levedad de la resignación. El primer paso es uno de rebelión interna, de sublevación espiritual. Si estamos aquí, es porque en algún momento decidimos retar al mundo que nos rodeaba.
Es tiempo ya de volver a alimentar esa rebeldía.
El clientelismo y la corrupción son facetas que crecen de la cultura de privilegios. Son la herramienta del Estado en función de unos pocos. La idea de que hay quienes están sobre la ley, y que de esta forma pueden utilizarla a su conveniencia y para su beneficio, sin consecuencias. Esta visión corrupta del poder se ha ampliado, pero no es nueva.
El futuro de la derecha se encuentra, no en la corrupción del pragmatismo político que ha destruido el gran potencial de nuestra nación, sino en la convicción de los principios liberales y republicanos que en el transcurso de la historia han construido a las naciones más prosperas y justas.