Ante todo me considero un Humanista, porque creo en el absoluto respeto a la dignidad del ser humano. Esa dignidad que se fundamenta en el reconocimiento que la persona tiene la capacidad racional de tomar sus propias decisiones y por ende debe de gozar de la total libertad de escoger por sí mismo aquello que le es pertinente a su vida, y con ello, la responsabilidad de enfrentar las consecuencias de sus decisiones y acciones. Quitarle esto significaría robarle la esencia de lo que significa ser humano.
Dejemos atrás tantos “ismos” que nos dividen y destruyen. Comunismo, nacionalismo, socialismo, capitalismo, individualismo, fascismo, etc. Todos, con el tiempo, han terminado siendo artimañas intelectuales para favorecer intereses políticos y económicos que sacrifican al ciudadano común en beneficio de algún grupo de personas poderosas. Son simplificaciones que ignoran verdaderamente la complejidad y la riqueza de la naturaleza y la interacción humana. Son visiones vacías, superfluas y finalmente peligrosas.
Abracemos únicamente esos “ismos” que le traen dignidad a la política y al manejo público, el Humanismo y el Liberalismo: La creencia en el ser humano, y el respeto de su libertad. Dejemos atrás lo obsoleto que nos mantiene encadenado a las piedras que nos están hundiendo, y volvamos a creer en la oportunidad de recuperar nuestro rumbo.