¿Quiénes son nuestros líderes?

Me pregunto. Como salvadoreños, ¿quiénes son los líderes a quienes admiramos y buscamos emular? ¿A imagen de quiénes deseamos moldear nuestras vidas y nuestra sociedad?

No me refiero a qué políticos apoyamos o a qué personas consideramos que pueden ser buenos administradores de nuestro aparato estatal. Me refiero a las figuras que nos inspiran a ser mejores personas, a construir mejores relaciones sociales, a trabajar más y a construir cosas nuevas.

¿Será que hemos confundido el rol del líder con el rol del gobernante? Y que por ende, mientras nos sobran aquellas personas que aspiran a gobernarnos, sufrimos de una peligrosa escasez de personas dignas de verdaderamente liderarnos.

La culpa está en nosotros mismos, pues es la demanda que incentiva y genera la oferta. Por demasiado tiempo nos hemos conformado con gobernantes mediocres, adoptando sus visiones limitadas sobre el mundo, asumiendo sus conflictos estériles y tolerando sus comportamientos y actitudes cuestionables.

Debemos entender la diferencia entre el rol de un gobernante y el rol de un genuino líder. Pero para esto, antes debemos entender las necesidades más fundamentales de la condición humana.

La necesidad más profunda del ser humano es encontrarle sentido a la vida. Este no es un propósito individual, sino colectivo, pues no es suficiente un sentido de autorrealización. La autorrealización es meramente la satisfacción de haber cumplido con un propósito, pero ese propósito requiere necesariamente de una responsabilidad hacia algo externo, y por ende implica un componente social.

He aquí la dualidad de la persona. Si bien solo el individuo piensa, decide y actúa, sin otros ante los cuales ser responsable, su acción carece de sentido más allá de la mera sobrevivencia. Sin un propósito, la sobrevivencia carece de razón. La vida misma pierde significado. Por esto, la vida humana responde necesariamente a una dinámica social.

La fortaleza del tejido social depende del reconocimiento colectivo de aspiraciones y responsabilidades compartidas. Una sociedad que carece de un sentido conjunto de propósito abandona al individuo a un vacío existencial. Sin un propósito compartido, el individuo carece de un sentido de responsabilidad ante su prójimo por el cumplimiento de tal. Esto constituye la alienación del individuo que corrompe su espíritu.

Es el sentido de propósito colectivo que fomenta el sentido de responsabilidad ante el prójimo y la sociedad. El individuo entonces demanda de sí mismo cumplirle a aquellos a su alrededor, y esta dinámica individual origina el desarrollo orgánico de instituciones sociales saludables. Sin este sentido de responsabilidad, originado del sentido de propósito colectivo, el tejido social  se erosiona, y el individuo busca llenar su vacío existencial con comportamientos que resultan nocivos para la dinámica social.

Un gobernante, como administrador del aparato público, no tiene la capacidad de solucionar los problemas sociales y económicos de un país. Los fallidos experimentos de planificación central de los estados socialistas evidenciaron la imposibilidad de reestructurar la sociedad en base a cualquier modelo utópico o teoría simplista. En su raíz, los grandes problemas que enfrentamos son culturales. Desde el estado, el gobernante solo tiene la capacidad de eliminar barreras y facilitar las condiciones para generar cambios, pero los cambios necesarios para solucionar los problemas son necesariamente culturales.

He aquí la mayor diferencia entre el gobernante y el líder. Mientras el gobernante se ve limitado a administrar de forma responsable el aparato público, un verdadero líder tiene influencia cultural que trasciende su poder político. Tiene la capacidad de proyectar los anhelos y aspiraciones de un pueblo hacia el futuro, de verbalizar y estructurar de una forma coherente un proyecto del cual todos se puedan sentir participes, de exigir de las personas los sacrificios que a cada quién le correspondan, y, lo más importante, la voluntad de mostrar el camino con el ejemplo, siendo el primero en actuar en base a los valores que promulga.

Vale repetir la pregunta. ¿Quiénes son nuestros líderes? Aquellos cuya estrategia es ofrecernos pan y circo, que nos distraen con humo y espejos, que nos tratan de imponer su visión del mundo con leyes y decretos, no son verdaderos líderes, ni deberían tampoco gobernarnos. Debemos ser más exigentes. Debemos dejar de celebrar el conflicto, la viveza y la mediocridad. Tomemos en serio la reflexión.

¿Quiénes son aquellas personas cuyos valores, convicciones y hábitos debemos emular? ¿Quiénes son aquellas personas con una visión del futuro capaz de inspirarnos a trabajar más? ¿Quiénes son esas personas que nos pueden infundir un sentido de responsabilidad y respeto hacia el prójimo y hacia la dignidad humana? Estoy seguro que hay muchísimas personas que cumplen con estos requisitos. Debemos buscarlos, celebrarlos y promoverlos como modelos a seguir. Solo así promoveremos las trasformaciones culturales que necesitamos.

3 Respuestas a “¿Quiénes son nuestros líderes?

  1. Está claro que todo ha sido orquestado para que la gran mayoría sea manipulada y celebre la mediocridad; prueba de ello son los diferentes índices (violencia, crecimiento económico, productividad, etc.)…no es casualidad de que en nuestro País sucedan cosas que nos llenan de vergüenza ante otros países…aca reina el cinismo, la desfachatez, la impunidad, de aquellos que desgraciadamente gobiernan y se aprovechan una y otra vez de los pocos recursos (más que todo humanos). Insisto son más de 50 años de manipulación, de los unos y los otros…50 años de búsqueda de intereses propios, imaginemos a un cáncer que poco a poco ha invadido a las diferentes dependencias y órganos del estado, y es por ello que estamos como estamos. El cambio cultural, el que nos involucremos en la política de cada Salvadoreño es más que urgente. Lastimosamente las 2 referencias más «fuertes» tienen manchadas sus manos de sangre…a tal punto que resulta casi imposible en creer en que pueda existir un cambio favorable para TODOS. Aquellos pequeños, rápidamente se ven opacados o callados…ya sea por amenazas o por dinero.
    De los casi 7 millones de Salvadoreños, se tiene padrón de casi 5 millones (donde probablemente aún existan nombres de personas ya fallecidas) y de los cualés únicamente el 50% aprox., toma en «serio» el derecho y el deber…así que tenemos únicamente a 2.5 millones que deciden por el resto de Salvadoreños…2.5 millones que muy probablemente sigan ideales estériles y ya vencidos, 2.5 millones con resentimientos heredados y otros que simplemente siguen por llevarle la contraria al otro. El cambio cultural es mas que necesario, el que resurjan verdaderos líderes, es una necesidad urgente. Sueño con que algún día este país cambie su rumbo y estoy consiente que es deber de cada Salvadoreño el que dicho ideal se cumpla.

    • Se necesitan de ambos, pero muchas veces no reconocemos los posibles líderes. Considero que nuestra visión, no solo en ARENA sino en general, ha estado demasiado limitada. Es necesario que ampliemos nuestra visión, veamos al futuro y construyamos algo diferente. Esto implica reconsiderar nuestro rol como líderes. Como decía en el artículo, ser un líder no significa ganar elecciones o ser funcionario, significa ser un ejemplo de persona e inspirar a los demás a aspirar por más. Requiere de mucho trabajo, pero es un sacrificio necesario y que vale la pena. Saludos.

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