¿Por qué no progresa El Salvador?
En El Salvador nada cambiará hasta que los ciudadanos dejemos de servir de títeres a las élites políticas que luchan por mantener su poder. Somos los ciudadanos quienes hemos aceptado ser parte de este juego.
En El Salvador nada cambiará hasta que los ciudadanos dejemos de servir de títeres a las élites políticas que luchan por mantener su poder. Somos los ciudadanos quienes hemos aceptado ser parte de este juego.
Somos idealistas y optimistas, a veces poco pragmáticos, y rara vez muy populares. Pero no buscamos ganar concursos de belleza. Creemos en un mejor mundo, y sentimos que tenemos la responsabilidad de transformar la realidad que nos rodea.
En nuestro país, hemos abrazado nuestras ideologías como dogmas políticos, en vez de como guías que nos permitan explorar y buscar soluciones para las necesidades reales del mundo moderno.
El proceso de renovación debe continuar. A penas toma sus primeros pasos, pero en esta elección ha dejado resultados claros. Quienes quieran un futuro político, deben abrazar y promover este proceso, que reitero, no se trata solo de caras nuevas, ni siquiera solo de ideas nuevas, sino de la institucionalización de procesos de relevo y de la transferencia de conocimiento y experiencia a los nuevos actores.
Cuando las instituciones fallan, los actores políticos y sociales deben mostrar prudencia y voluntad. Solo así se reconstruye la capacidad institucional y la confianza ciudadana. Pero esta no es obra unilateral. Depende de la capacidad de construir visiones compartidas y trabajar juntos para solventar las situaciones. Es así que vemos hoy como se ha construido un consenso entre diversos sectores sobre la necesidad de establecer un mecanismo para esclarecer la voluntad popular en el caso de aquellas actas con claras inconsistencias.
Defendamos la voluntad popular. Hagamos lo necesario para defender los votos de todos los salvadoreños y recuperemos así la confianza en nuestro sistema electoral para poder avanzar en el fortalecimiento de nuestra democracia.
Reflexionando sobre la guerra, siento que la lección más importante no la aprendimos. En la política pueden haber adversarios, pero nunca enemigos. Al final debemos ser todos hermanos. Al final todos queremos y merecemos lo mismo, una vida digna y la oportunidad de salir adelante. Aquellos que promueven el odio, lo hacen por beneficio propio, no porque exista verdad detrás del conflicto que incitan.
Planteo aquí algunas propuesta conocidas y otras completamente nuevas. Ciertamente fuera una agenda de reformas ambiciosa, pero si no tenemos la ambición de construir un mejor país, nunca tomaremos los riesgos necesarios para lograrlo. Es tiempo que nos comprometamos seriamente con una agenda de reformas que fortalezca nuestro sistema democrático, y más importante aún, republicano.
Es el llamado de la patria,
Que nos ruega volver a luchar.
Luchar por la democracia, luchar por la libertad.
Luchar por ese mismo sueño,
Que nos infló el pecho con orgullo,
que alimentó a nuestras familias de amor,
que nutrió nuestra tierra de esperanza,
e hizo brillar nuestro propio sol.
Como salvadoreños, ¿quiénes son los líderes a quienes admiramos y buscamos emular? ¿A imagen de quiénes deseamos moldear nuestras vidas y nuestra sociedad? ¿Será que hemos confundido el rol del líder con el rol del gobernante? Y que por ende, mientras nos sobran aquellas personas que aspiran a gobernarnos, sufrimos de una peligrosa escasez de personas dignas de verdaderamente liderarnos.